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Usyk aseguró un nicho en el templo de los inmortales.


Jesús Cova.


El peleador zurdo ucraniano Oleksandr Usyk aseguró el sábado un nicho en el templo de los inmortales del boxeo al derrotar por estrecha aun cuando incuestionable decisión dividida al inglés Tyson Fury en la arena Kingdom de Riad, Arabia Saudita.

Este triunfo memorable lo inscribe en la historia como el primer campeón  mundial unificado del peso completo desde la era de los 4 cinturones (AMB.CMB.FIB.OMB) y el segundo que lo logra en 25 años, antecedido por el inglés-canadiense Lennon Lewis, quien lo hizo frente al estadounidense Evander Holyfield el 13 de noviembre de 1999, en el Madison Square Garden de Nueva York.

En ese combate  Lewis, apodado El León, sumó a su cetro CMB los de la decana Asociación Mundial de Boxeo (AMB) y Federacion Internacional de Boxeo (FIB).

Usyk, de 37 años, dos más que el adversario y que fue antes rey del peso crucero y exponía sus fajas AMB, OMB y FIB– ante Fury, que subió como titular CMB-, es también solo el segundo monarca indiscutido en dos divisiones distintas en los anales del milenario deporte del ring, precedido por el actual soberano del peso welter, Terence Crawford, que dominó el welter junior o superligero hasta hace poco tiempo y el japonés Naoya Inoue, que los fue de las 118 y 122 libras.

A los lustrosos pergaminos de Usyk apuntemos que además de ser el único dueño de cuatro fajas en otro peso, el de la categoría de los cruceros, ahora es también el solitario púgil de su país que se ha sentado en dos tronos como dueño de un total de 8 coronas. 

Con todo lo anotado acerca del hábil y recio gladiador con una igualmente brillante hoja en el campo aficionado, en el que fue campeón mundial y olímpico, ninguna duda cabe en la previa afirmación en cuanto tiene ya seguro el ingreso al Salón de Canastota, Nueva York, una vez ponga cese a su carrera.


Usyk demostró que el boxeo es una ciencia


UNA LARGA BATALLA Y UN ROUND DECISIVO

La pelea del sábado respondió cabalmente a las expectativas generadas a su alrededor desde mucho antes de su puesta en escena y su desarrollo satisfizo a las casi 25 mil personas que colmaron el lujoso local de la capital saudí, en la actualidad centro de las peleas de mayor importancia mundial, por encima inclusive de Las Vegas, hasta hace poco la plaza de mayor nombradía.

Usyk, de 198 centímetros de alto, 8 menos que su rival e imbatido en 21 peleas con 14 nocauts, lucía al principio empequeñecido ante Fury, también invicto con 34-0-1 y 24 nocauts, de una superior e impresionante envergadura física.

Sin embargo, desde el primer campanazo se tuvo claro que la refriega sería de acciones violentas. Como en efecto lo fue con un constante y brutal intercambio de golpes en casi todos los 36 minutos de la pugna.

La pelea se mantuvo en un ritmo violento desde el comienzo y a medida que pasaban los asaltos, lo que presagiaba un final apretado con Usyk en un permanente acoso y Fury a ratos dando la impresión de que llevaría las cosas con calma, con uno que otro desplante. 

Todo el panorama del nivelado combate cambió abruptamente cuando la pelea llegó al noveno round, sin duda alguna luego decisivo en el desenlace de la candente lucha. Mediado el asalto Usyk soltó una recia izquierda que llevó al inglés de espaldas a las sogas.

El ucraniano lo persiguió y soltó una lluvia de golpes que llevaron al autollamado Rey Gitano dando tumbos de uno a otro lado del ring. Dos, tres o cuatro recios impactos más dejaron más aturdido Fury, que pareció irse a la lona.

En ese momento el árbitro, el árbitro estadounidense Mark Nelson se interpuso. Seguíamos la acción en la TV y pensamos que Nelson detendría la pelea. Apartó a Usyk en el preciso momento en que sonó la campana del final de los tres minutos del round, marcado 10-8 por los tres jueces; esto es, que se contó como un confuso knockdown, sin que hubiera caída. 

Los siguientes tres asaltos no disminuyeron la intensidad de la lucha, que mantuvo el ritmo de alternativas con un Fury ya recuperado y sin dejar de moverse en el ring y con Usyk en insistentes ataques precariamente frenados por un maltrecho oponente, que aun así no dejaba de batallar.

Cuando la pelea terminó, el anunciador inmediatamente dio a conocer el fallo ante una expectante masa de aficionados: 114-113 en favor de Usyk, 114.113 por Fury y un decisivo 115-112 por el ucraniano, veredictos del juez estadounidense Mike Fitzgerald, el canadiense Craig Metcalfe y del español Manuel Oliver, respectivamente.

Nuestra apreciación, desde la tranquilidad de la casa y frente a la pequeña pantalla, coincidió con la de Fitzgerald.

Epílogo para esta ligera nota. En nuestro comentario pre-pelea asentamos que aun cuando Fury lucía con una teórica mayor opción de victoria, el encuentro sería “un choque de trenes porque el rival no es manco. Y en esa colisión cualquiera de los dos puede descarrilarse.” Fue el tren inglés el que descarriló.

Habrá que esperar, sin embargo, para saber si tal descarrilamiento es definitivo pues vendrá la Usyk-Fury II, asegurada en la cláusula de revancha firmada por las partes.

El resultado probó por enésima vez la veracidad del viejo proverbio: «Mas vale maña que fuerza».

En Riad prevaleció la maña.


Usyk aseguró un nicho en el templo de los inmortales.


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