SIMON PIÑA.- Con el tiempo se ha olvidado, pero era una tarea muy difícil. Aquel flaco, desgarbado, de un metro ochenta de estatura quería convertirse en el primer boxeador latino que ganaba el título mundial mediano en la historia del boxeo, nada menos que en el Histórico Coliseo de los Deportes de Roma.
Estaría en la misma arena donde muchos años atrás gladiadores y esclavos eran devorados por leones para divertir a los Emperadores de turnos y sus amigos. ¿Se convertiría Carlos Monzón en una víctima devorada por el león Nino Benvenutti?
Para ese entonces Monzón llevaba un impresionante record de 67 triunfos y tan solo 3 derrotas, no obstante, sus rivales no parecían poseer la calificación suficiente como para otorgarle al flaco argentino un chance determinante ante un brillante campeón como Benvenutti este, sin embargo, había dado muestras de estar un poco descuidado con el gimnasio. Su notoriedad en Europa era impresionante al punto de ser requerido por algunas importantes productoras cinematográficas para protagonizar los llamados Westerns Italianos, al lado del Astro Giuliano Gema.
A pesar de estas actividades ajenas al cuadrilátero que podían haberlo distraído de sus obligaciones como campeón, Benvenutti era el gran favorito para retener su corona. El haber vencido a hombres como Emile Griffith (dos veces), el múltiple ex campeón Don Fullmer, y el ex monarca Welter Luis Manuel Rodríguez, aparte de su campaña amateur en la que ganó medalla de oro en los Juegos Olímpicos Roma 60, le calificaban como un hombre poco menos que invencible. Así llegaron las cosas al momento de sonar la campana en el Palazzetto dello Sport de Roma.
La Gran Pelea
En medio de una efervescente expectativa, ambos peleadores se cuadraron frente a frente en el medio del ring. En el Palazzetto dello Sport se sentía un murmullo extendido que parecía denotar gran flujo de adrenalina y cosquilleo en el estómago de los espectadores; hasta las pequeñas mariposas que revoloteaban alrededor de las luces del ring se veían alteradas y nerviosas. Nino y Carlos estaban tensos y expectantes, atentos a cualquier movimiento del rival para reaccionar inmediatamente con algún contrataque. Monzón era ligeramente más alto y con algo más de alcance de brazo, pero Benvenutti se veía más compacto y ligero de piernas y manos. Round de estudio se notaba el respeto que ambos se tenían.
Los dos rounds siguientes fueron también de mutua cautela. Monzón aligero un poco el paso lanzando su jab de izquierda aprovechando su mayor alcance de brazo. Nino todavía dudaba en lanzarse al ataque, el estilo un poco movedizo de Monzón y su gran estatura lo tenían confundido, no obstante, la pelea iba tomando calor y a pesar de su estilo un poco tosco y repetitivo, Monzón parecía sacar ligera ventaja. La pelea no ofrecía lance brillante pero la expectativa continuaba. Los italianos seguían confiando en Nino; era el chico de la casa, el bambino, el consentido.
Los temores se confirman
Pero una nube de dudas ensombrecía el optimismo de los “tifosi” italianos. Nino había abordado muchas actividades ajenas al boxeo en los últimos tiempos. Fiestas, agasajos, homenajes, cine, romances publicitarios y se le vio un poco disminuido en su pelea con el cubano Luis Manuel Rodríguez. Parecida tender al cansancio rápidamente; se notaba el alejamiento del gimnasio. Monzón en cambio, lucia en magnifica condiciones, ligerezas en sus movimientos, gran estado de alerta y una ambición que parecía querer comerse al mundo. Con el transcurrir de los rounds, Nino se cansaba y Monzón crecía en ambición.
Ya la situación se tornaba angustiosa en los graderíos del Palacio de los Deportes de Roma. Nino no descifraba el estilo del retador, parecía ir abajo en las tarjetas y cada vez se veía más agotado. Monzón tampoco apuraba mucho, no era su estilo. Pero ya anochecía en el combate y Nino no definía e incluso ya le costaba mucho escapar de las embestidas del argentino al llegar a la esquina después del round 11, el veterano entrenador Amílcar Brussa le llamo la atención a su pupilo Carlos Monzón, y le dijo: “ese hombre está listo, vaya y póngalo nocaut”.
Monzón obedeció al pie de la letra el mandato de su jefe. Salió decidido y a los pocos segundos conecto a Benvenutti un derechazo descomunal que todavía retumba en las sienes de los aficionados italianos. Allí se acabó el combate y Monzón se tituló Campeón del Mundo de los Pesos Medianos. Así, el argentino inicio un largo reinado de catorce defensas que culminó el 31 de julio de 1977 cuando venció por decisión unánime al colombiano Rodrigo Valdez en el Estadio Luis II de Montecarlo, capital del Principado de Mónaco.
Esas catorce defensas constituyeron un record para los pesos medianos hasta que el eterno Bernard Hopkins lo supero con sus veinte defensas consecutivas. Monzón es considerado uno de los grandes medianos de la historia del boxeo.