Se llama Bernard Hopkins y nació en una mísera barriada al norte de Filadelfia el 15 de enero de 1965, en la que fue registrado civilmente con el nombre completo de Bernard Humprey Hopkins Jr., miembro de una familia de 8 hermanos. Boxísticamente se le conoció mucho más -bien ganados los apodos, por lo que hizo con los puños- como “El Ejecutor”, “Ejecutante”, “Ejecutador” (“The Executioner”) y “El Extraterrestre” (“The Alien”).
El 17 de diciembre de 2016 años decidió desatarse para siempre los guantes después de una carrera de 28 años y 2 meses, los que abandonó con un deslumbrante récord de 55 victorias, 32 por K0, 8 derrotas, 1 antes del límite y tan solo un par de tablas.
Aquellos 28 calendarios de rutilante actividad solo están por debajo en la historia, salvo error u omisión, de los 34 del mítico Jack Johnson, entre 1897-1931 y de “El cholo” Roberto Durán, Mano ‘e Piedra, el legendario púgil panameño que batalló durante cuatro décadas, desde 1968 hasta 2001 (33 años), Archie Moore (28, del ’35 al ’63) y Evander Holyfield, con 27 de 1984-2011, son otros dos de los muy contados venerables matusalenes del ensogado.
En Hopkins confluyeron, en la profesión elegida casi que por azar, un par de etapas diametralmente opuestas: en los primeros años fue una despiadada máquina aplanadora que hacía añicos a los contrincantes, sin misericordia, brutalmente, de una manera pertinaz hasta ver al enemigo desplomarse a sus pies, sin remedio.
En los años finales de su brillante carrera trocó en hombre sabio, paciente, habilidoso hasta el aburrimiento y el bostezo, con amarres, trenzas de los guantes sobre un hombro, un ojo, un brazo, en un “pasear” de un lado a otro, válido de las tretas, satisfecho con la metódica acumulación de puntos; en suma, el metódico y hábil empleo de las artimañas del viejo zorro, para equilibrar así las ventajas (o desventajas, según se vea) que ofrecía en edad. Trocó, para decirlo de una vez, en un científico del ring.
Del delito a la gloria
La de Hopkins fue una vida torcida en los inicios y después ejemplar, infrecuente no solo para el boxeo sino para cualquier otra actividad humana. El hecho de haber ido de chico adolescente turbulento, violento y rebelde, reo constante, a ser adulto de conducta irreprochable, le hacen una rara avis, un modelo digno de ser imitado por la juventud del mundo.
Delincuente a los 13 años, con numerosos atracos en su mal haber, sentenciado a los 17 años a 18 temporadas en el presidio de Gaterford, Filadelfia, por intento de asesinato y lesiones graves, y después de penar un lustro entre rejas como el recluso Y4145, salió de la cárcel con la inquebrantable determinación de enderezar sus inciertos pasos, ya lejos de alcohol y de las drogas, convertido al islamismo, y buscó en el boxeo el sendero del bien, de la paz.
A fe que lo consiguió a plenitud, pues con el transcurrir de los años se aseguró un lugar junto a los otros inmortales que moran en el museo en que se encuentran otros que, como él, hicieron historia, una historia que le recordará para siempre como uno de los más grandes peleadores que haya existido y por su condición de ser el monarca mediano de más prolongada hegemonía, con 10 años sentado en el trono y el más longevo, a los 49 años, de todos sus colegas -por encima del excampeón pesado George Foreman, que lo hizo a los 45- en conquistar una faja universal.
Su paso por los cuadriláteros lo emprendió del mismo modo en que lo detuvo: con una derrota a los puntos frente a Clinton Mitchell, el 11 de octubre de 1988 en Atlantic City, New Jersey. Nadie pudo frenarlo en sus siguientes batallas, entre febrero 90 a mayo del 93, hasta cuando Roy Jones Jr. lo batió a los puntos por la faja FIB de los medios.
Logró la diadema de la división reconocida por la Federación Internacional de Boxeo (IBF, por sus siglas en inglés) contra el ecuatoriano Segundo Mercado y la del Consejo Mundial de Boxeo (CMB o WBC) frente a Keith Holmes en abril 2001.
Dejó más tarde en la cuneta a Félix Trinidad y a Oscar de La Hoya, por los cetros FIB, AMB, OMB y CMB, que le arrebataría Jermain Taylor, en la que fue su defensa 20ª, sin parangones hasta que el kazajo Gennady Golovkin le desplazó en el récord. Taylor repitió su victoria en la revancha y es el único que logró vencerlo dos veces seguidas
Sin embargo, Hopkins volvió por sus fueros y, cual ave fénix, el 18/02/10, con 45 años y un mes de edad, dispuso del haitiano Jean Pascal en Québec, Canadá, para adueñarse de las fajas ligero pesada del CMB, la Diamante del mismo organismo y la de la FIB, luego de una pelea nula con el propio Pascal. Meses antes se había vengado de Jones, con una decisión en 10 rounds.
Sin dejar de insistir, a pesar de la derrota sufrida ante Chad Dawson (previa decisión nula con este) y con ella la pérdida del cetro ligero completo el 15 de octubre del 2011, marcaría un hito histórico: el 9 de marzo 2013 se adueñó, a los 49 años, del cetro semipesado FIB con una abierta decisión sobre el invicto floridiano Tavoris Cloud (tenía 19 nocauts en 22 salidas, era 18 años más joven).
Un impactante portento físico de 1,85 ms, con un alcance de casi 2 metros, Hopkins es, junto con Jermain Taylor, los únicos que han ostentado simultáneamente 4 títulos reconocidos por otras tantas entidades rectoras.
Bernard Hopkins: una leyenda moderna del ring.
La gran noche del «abuelito» Hopkins frente a Jean Pascal.
Buenos, malos ratos…y un penoso adiós
Serían necesarias decenas y decenas, cientos de miles de palabras, para relatar debidamente su tránsito por las 16 cuerdas en aquellos casi 30 años. Haremos el intento de resumirla, para redondearla luego de lo anotado con antelación.
Reiteremos que, para empezar, después de caer en el estreno ante Mitchell, el filadelfiano tejió -como apuntamos en anteriores líneas- una ristra de 21 triunfos consecutivos en los que se contó, en diciembre del 92, la captura ante Wayne Powell, por nocaut en el primer asalto, del cetro nacional de la división mediana avalado por la USBA, entidad poco conocida más allá de Estados Unidos y faja que defendió con éxito en una ocasión.
Fue en mayo del año siguiente cuando el “Alien” buscó hacerse del trono de la Federación Internacional de Boxeo (FIB), fecha en la cual Roy Jones jr., para ese momento considerado el mejor boxeador del mundo, lo detuvo en doce vueltas.
No obstante tal frustración Hopkins no paró en su camino y después de exponer tres veces más la corona USBA fue de nuevo en pos del cinturón FIB, dejado vacante por Jones jr. Batió entonces a los puntos a Segundo Mercado en diciembre del 94 en Quito, Ecuador, y repitió contra el mismo rival un año más tarde.
A continuación de otras 13 defensas, en la que se incluyó un fallo sin decisión en el 98 frente a Robert Allen, se adueñó de la silla de los medianos de la FIB y del Consejo Mundial en batalla con Keith Holmes.
Bernard Hopkins: una leyenda moderna del ring.
El 29 de septiembre de 2001 el boricua Félix Trinidad, que gozaba de gran popularidad a escala universal, servir
Trinidad en la lona ante los puños de Hopkins.
a el merecido reconocimiento de Hopkins a los ojos del aficionado del orbe en una pelea disputada en la llamada Meca del Boxeo, el Madison Square Garden de Nueva York en la que estaría de por medio la faja de las tres organizaciones (AMB-CMB-FIB) de mayor nombradía.
Hopkins aplastó al puertorriqueño en la última vuelta y seguidamente apabulló a Carl Daniels, Morrade Hakkar, Willliam Joppy y Robert Allen. Después enfrentó al famoso Oscar de la Hoya (hoy próspero promotor y actualmente ligado en el negocio con “The Executioner”), a quien trituró en 9 episodios el 19 de septiembre del 2004 en Las Vegas, Nevada, por las coronas de la Asociación Mundial, el Consejo Mundial, la Federación Internacional y la naciente Organización Mundial.
Vino una defensa más y Jermain Taylor se encargaría de destronarlo en julio de 2005, para superarlo otra vez en diciembre de ese año.
Sin embargo, este guerrero del ring cuya durabilidad y tenaz persistencia daban la impresión de no tener cese ni límites, volvió por sus fueros y medio año más tarde retornó como ligero completo para hacerse campeón de nuevo con un triunfo sobre Antonio Tarver.
Entre el 2006 y 8 años después, con varios éxitos y un par de inesperadas derrotas ante Joe Calzaghe y Chad Dawson, ya con 49 otoños sobre las espaldas, Bernard Hopkins, el “abuelito del Boxeo del Siglo XXI”, reafirmaría su condición de ser el mejor semicompleto del planeta y probó que “muchacho no le gana a hombre” con una victoria sin dificultades en 12 tramos frente al euroasiático Beibut Shumenov, 19 años menor, humillado y tumbado en el round 11 por alguien que bien podría haber sido su padre.
Desde el día de su debut profesional hasta esa su imposición sobre el pegador de Kazajistán, Shumenov, Bernard compiló una hoja de 32 anestesiados, 23 decisiones, media docena de fracasos y un par de empates.
Con casi 52 primaveras sobre los hombros “The Alien”, una moderna leyenda del ring, subió el 16 de diciembre de 2016 la corta escalerilla hacia su esquina en el Fórum de Inglewood, California, para intercambiar trompadas con un rival de solo 23 peleas y 24 años más joven, Joe Smith Jr, por el galardón Internacional semipesado del Consejo Mundial de Boxeo.
El desenlace resultó tal y como habían supuesto y pronosticado los entendidos, pero más triste de lo esperado: Un Hopkins descolorido, apagado totalmente, con los brazos aletargados y en ristre, recibió una avalancha de impactos que en el octavo asalto lo impulsaron violentamente fuera del cuadrilátero.
Precariamente subió de nuevo al ring, pero el árbitro Jack Reiss, piadosa y atinadamente1, decretó el final a los 53 segundos del round. La única vez en su extensa trayectoria en la que no escuchó el tañido final del gong en 65 refriegas libradas profesionalmente.