Connect with us

Published

on

El recuerdo imborrable de José Sulaimán.


A propósito de la 59 convención anual del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) que se inicia este lunes en Ciudad de México, rescatamos esta crónica escrita en el año 2014 y cedida gentilmente por el periodista Jesús Cova donde hace una semblanza del presidente vitalicio del organismo Don José Sulaiman Chagnon.

**

JESÚS COVA.-

El mexicano José Sulaimán (Ciudad Victoria, Tamaulipas, México, 30/5/1931- Los Ángeles, California, 16/01/2014), perenne y polémico presidente del Consejo Mundial de Boxeo, y quien falleció el jueves pasado por complicaciones debidas a la diabetes, agravadas luego de una operación de corazón abierto practicada en Los Ángeles, en octubre del año pasado, mantuvo siempre unos muy estrechos nexos con el boxeo profesional venezolano, en particular por sus vínculos casi fraternales con el recordado promotor zuliano Rafito Cedeño (q,e.p.d.), en una actividad a la que prestó invaluables esfuerzos a lo largo del tiempo.

Con su deceso afloraron en los recuerdos de quien escribe hechos relacionados con la primera vez en que el dirigente visitó Venezuela, en noviembre de 1971.

Para el momento Sulaimán (o don José a secas, como le llamaban cariñosamente sus amigos y, en general, en el mundo del boxeo,) era por entonces un muy serio, aplomado y vigoroso cuarentón, aun apenas si conocido por la gente del boxeo fuera de su país. Era el secretario personal del profesor azteca Ramón Velásquez, a quien había apoyado en el proceso de fundación del CMB, entidad que, en mayor medida debe actualmente el elevado prestigio en el ámbito ecuménico a aquel dinámico hijo de libanés y de siria que hace solo unos días exhaló su postrer aliento.


El recuerdo imborrable de José Sulaimán

Don José fue un apoyo importante en los inicios de Canelo Álvarez.


CONTENIDO RELACIONADO:


Aquella pelea del frasquito…

En esa su primera visita al país caribeño y suramericano Sulaimán llegó con  la responsabilidad de supervisar –su primera responsabilidad en tan importante rol—la pelea por la corona mundial mosca (112 libras, 50,802 kilos), cuyos protagonistas serían el retador zuliano Betulio González y el monarca filipino Erbito Salaverría, organizada por Rafito Cedeño y montada el 20 de noviembre de 1971 en el estadio  “Luis Aparicio, El Grande” (padre del jugador del mismo nombre, hasta ahora el único pelotero venezolano en el Salón de la Fama del Béisbol, en Cooperstown, EE.UU). y que ingresaría al anecdotario del boxeo como “La Pelea del Frasquito” o de “La Botellita.”

Aquel singular encuentro concluyó en un descomunal e interminable zafarrancho a pocos instantes después de haber sonado la campana final del round quince, distancia a la que antes se programaban todos los pleitos de faja mundial.

Había sido una refriega de acciones parejas, con un leve dominio del asiático, paridad reflejada en una votación de 147-148 del árbitro- que entonces votaba, con dos jueces-, que fue declarado empate por los dos jueces y por el árbitro, el estadounidense Mills Lane; de 147-145 del venezolano Emilio Lugo y de 146-146 del filipino Rodolfo Nazareo.  Hasta ese campanazo final todo parecía normal.

Pero el manicomio apenas empezaba: un miembro de la Comisión de Boxeo del estado Zulia decomisó a uno de los seconds del campeón una pequeña botella, con la presunción de que esta contenía “algo más que agua.”.

Botellita en mano y vociferando algo así como “¡Trampa, trampa!, aquí hay gato encerrado”, el presidente de la Combox local, Ramón Barrios, no se anduvo con medias tintas y proclamó, allí mismo y sin titubeos “nuevo campeón mundial mosca a Betulio González, en nombre de la Honorable Comisión de Boxeo del estado Zulia”.

A todas estas, Sulaimán iba de un lado al otro, en un inicial vano esfuerzo por hacer valer su condición de autoridad suprema. La confusión no se disipaba, con gritos, carreras, empujones, todo ello dentro de la Zona Técnica, a un costado del ring, con un ensordecedor escándalo en las abarrotadas tribunas.

Una valiente decisión

Muy a duras penas, con la cara perlada por el sudor, pero sereno, con encomiable energía y con admirable coraje, José Sulaimán consiguió hacerse oír. Decidió, en el sitio y sin vacilación de ningún género, que “el Consejo Mundial de Boxeo, al cual represento en este lugar”, analizaría, dijo a viva y audible voz –palabras más, palabras menos–el contenido susodicho frasquito para emitir su fallo definitivo en “el tiempo prudencial que fuere necesario”. Luego se marchó a su hotel y al siguiente día tomó el vuelo de regreso a México, previa escala en Maiquetía.

Un mes más tarde el CMB reveló los resultados del examen al líquido que había dentro de la famosa botellita o frasquito: anfetaminas o algo parecido. El Consejo, casi de inmediato, otorgó a Betulio el legal reconocimiento como nuevo campeón del mundo. De Salaverría nunca más se supo…

El papel jugado por Sulaimán en aquel suceso inédito para el boxeo, al menos en América Latina y posiblemente en el mundo, sin duda alguna había resultado determinante. Y lo fue para bien del boxeo venezolano al cual, como dijimos, estuvo unido desde entonces.

Cuatro años más tarde Sulaimán ascendió hasta la presidencia del CMB y desde allí dio valiosos aportes a la especialidad.

Entre sus innegables y valiosos logros se cuentan el de haber reducido los combates de campeonato mundial de 15 a 12 asaltos como una forma de proteger lo más posible al boxeador; el de llevar de las tradicionales doce (12) a dieciséis (16) las sogas del ring y el de realizar el pesaje final 24 horas antes de la pelea, lo que se hacía en la mañana del mismo día del encuentro.

Ese es el José Sulaimán a quien conocimos y a quien hoy recordamos afectuosamente: un dirigente deportivo hecho de madera fina, aunque también profundamente controversial, polémico.

Esto último algo frecuente para un líder de cualquier actividad, como lo fue para el boxeo aquel personaje mexicano, que estuvo durante su extensa trayectoria (fue reelegido sucesivamente desde su primera gestión y falleció en el cargo cimero del ente boxístico) en el ojo del huracán: rechazado y acremente censurado por quienes le odiaron. Pero, a no dudarlo, mayoritariamente respetado por quienes le siguieron con devoción y que todavía guardan por él gran fervor y admiración.

(Caracas, enero de 2014).


El recuerdo imborrable de José Sulaimán.


Más deportes: http://entornointeligente.com/category/deportes


El recuerdo imborrable de José Sulaimán.