“The Fight” fue el nombre con que el Madison Square Garden promocionó su épico combate con Frazier el 8 de marzo de 1971.
Ali evade la izquierda de Frazier que luego lo llevaría a la lona.
Su vida personal era paradójica. Ali perteneció a una secta que hizo hincapié en las familias sólidas, un tema sobre el cual llegó a dar una conferencia y, sin embargo, tuvo escarceos tan casuales como las sesiones de autógrafos.
Tuvo un breve primer matrimonio con Sonji Roi que terminó en divorcio porque ella se negó a vestirse y comportarse como una esposa según los criterios de la secta (ella murió en 2005).
Aunque se casó con Belinda Boyd, su segunda esposa, Ali viajaba abiertamente con Verónica Porche, con quien después se casó y de quien también se divorció.
Fue muy idiosincrático tanto política como socialmente. Después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, el entrevistador de televisión David Frost le preguntó si consideraba que Al Qaeda y los talibanes eran malignos para Estados Unidos.
Él respondió que el terrorismo estaba mal, pero también comentó que debía «esquivar preguntas como esas» porque tenía gente que lo quería, «y negocios en todo el país” y una imagen que considerar».
Como portavoz del Muhammad Ali Center, un museo dedicado al “respeto, la esperanza y la comprensión” en su ciudad natal, Louisville, en 2005, era conocido por interrumpir los eventos con algunas bromas.
En un acto de recaudación de fondos dijo: “Si un negro, un mexicano y un puertorriqueño están sentados en la parte trasera de un coche, ¿quién conduce? La policía”.
Para ese entonces había generado tanta buena voluntad y despertaba una simpatía tan universal que lo que solía declarar no cambiaba la percepción de su público.
“A Muhammad Ali le perdonamos sus excesos”, escribió Dave Kindred, uno de sus biógrafos, “porque en él vemos al niño que llevamos dentro, y si es tonto o cruel, si es arrogante, o si está muy enamorado de su reflejo, lo perdonamos porque no podemos condenarlo así como no condenamos al arcoíris a que se disuelva en la oscuridad. Los arcoíris nacen de las tormentas eléctricas, y Muhammad Ali es ambos”.
Norman Mailer tomó notas para un libro y Frank Sinatra fotografió la pelea para la revista Life, mientras Ali se enfrentó a Frazier con valentía y probó que tenía “corazón” para soportar el castigo. Sin embargo, Frazier ganó por decisión de los jueces y ambos boxeadores sufrieron grandes daños físicos.
Para los fanáticos de Ali, el dinero que había perdido por ser fiel a sus principios y los golpes que recibió de Frazier demostraban su sinceridad. Para sus críticos, la sangrienta redención significaba que finalmente había crecido. La Corte Suprema también dio un punto de vista positivo y el 28 de junio de 1971 revocó la decisión de un tribunal inferior y le concedió su condición de objetor de conciencia.
Entonces se asumió que su tiempo había pasado y se convertiría en un “oponente” de alto nivel que debían superar los peleadores que querían hacerse un nombre. Pero, en realidad, el ídolo había regresado. A pesar de que era más lento, su arte se hizo mucho más refinado. “No tenía peleas”, escribió Jim Murray, de Los Angeles Times, “él daba recitales”.
Ganó 13 de sus siguientes 14 combates, incluyendo una revancha con Frazier quien había perdido su título ante George Foreman, una versión más grande y aterradora de Liston.
Ali era más débil, más pequeño y siete años mayor que Foreman cuando se reunieron el 30 de octubre de 1974, en el Zaire, entonces gobernado por Mobutu Sese Seko. Cada luchador ganaría 5 millones de dólares, una suma extraordinaria en ese momento. El combate también lanzó la carrera del promotor Don King.
Ali se deleitaba en el continente africano y repetía un aforismo que le había oído a Brown, su entrenador asistente: “El mundo es una camisa de color negro con algunos botones blancos”.
A medida que avanzaba la pelea, el público despertó y la multitud coreaba: “¡Ali, bomaye!” (“¡Ali, mátalo!”). Al principio se apoyó contra las cuerdas y absorbió los martillazos de Foreman en los brazos y los hombros, y luego lo evadía con gracia. En el octavo round, luego de un torbellino de golpes, noqueó a Foreman y recuperó el título. Se acercó a la prensa y gritó: “¿Qué les dije?”.
Este sin duda fue el gran acontecimiento de Ali considerado genio y figura del boxeo moderno y el hombre que logró que la TV se conviertiera en el gran negocio que es en estos momentos.
La historia de Ali está llena de anécdotas y viviencias curiosos que forman parte de la historia. Su égida seguira por todo lo que significó para la sociedad segregacionista y para el deporte.
Ali por siempre.