Luego de casi una década manteniéndose como figura estelar, elogiada y criticada, pero siempre en primer plano, el pugilista mexicano Saúl “Canelo” Álvarez ha pasado al anonimato, cargando con la pesada carga de la derrota sufrida ante el ruso Dimitri Bivol intentando conquistar la faja de las 175 libras.
Aun venciendo a Gennady Golovkin, los créditos de Saúl no remontaron hacia el alza porque todo el mundo sabe que este combate llegó a destiempo.
Fue mucho el tiempo que duró el pugilista mexicano inflando un globo de ensayo hasta que reventó. Su ascenso al boxeo no fue de gratis porque talento tiene, pero lamentablemente la manera como se pretendió exaltar su figura al final cayó por su propio peso.
Inflado por una maquinaria con varios cómplices, Canelo comenzó a sumar victorias. Unas importantes, otras no tanto.
Obtuvo su primera faja venciendo al discreto británico Mattew Hatton y allí comenzó su ruta campeonil. Entre esas victorias que obtuvo en su era de campeón superwelter figuran el casi retirado Shane Mosley y el californiano Josesito López, éste último dando gran ventaja con el peso.
Le toco enfrentar a Floyd Mayweather en un peso intermedio y a pesar de su derrota, su exhibición le abrió las puertas para darse a conocer a nivel mundial e iniciar su bien dirigida estrategia de marketing deportivo.
Ante Erislandy Lara tuvo una pelea difícil. Muchos lo vieron perder, incluyéndonos, al igual que frente a Miguel Cotto, que a lo sumo debió empatar.
Ni hablar de combate con Amir Khan, a quien le metió un escalofriante nocaut en un combate donde hubo una gran diferencia de peso. Un welter subido peleando con un semipesado.
Del combate ante Julio César Chávez…nada que hablar, pero Ya por esos días se comenzó a hablar sobre la necesaria confrontación con Gennady Golovkin, la cual se “retrasó” hasta que el kazajo cumplió los 35 años. Con todo y ello, GGG mereció ganar la primera, pero los “benditos” jueces de Las Vegas lo impidieron.
Para la revancha hubo más tramoya. A pesar del empate, ésta se produjo un año después, a los 36 de GGG.
Y la que debió ser empate, los “benditos” jueces de Las Vegas vieron ganador a Canelo, no sin antes advertir los problemitas que hubo previamente por comer carne contaminada de clembuterol, lo cual ameritó la suspensión de su revancha del 5 de mayo con el kazajo.
Luego en ese afán de hacer historia, subió al peso supermediano. No se le quitan méritos por ello, porque si algo tiene, repetimos, es talento.
La historia de las 168 libras es más reciente. Allí liquidó a Rocky Fielding, luego “le ganó” a Daniel Jacobs y subiendo de categoría noqueó a un debilitado Sergey Kovalev, que más sinvergüenza no pudo haber sido porque se prestó para el circo y después lo delató.
En su ruta para lograr la unificación venció a Callum Smith y luego, en un espectáculo bochornoso a un sparring malo como Avni Yildirim hasta que cometió la osadía de retar a Bivol.
Canelo recibiendo metralla de Bivol.
Si algún crédito hay que darle a Canelo fue la osadía de enfrentarse a Bivol, un púgil técnico y enfocado.
Su reciente victoria ante Golovkin no sube sus créditos. Lo habíamos advertido y comenzamos a ver a un Canelo menos ofensivo ante un rival que ya está más de allá que de acá y que también nos dejó una aureola sospechosa.
Por los momentos Canelo entra en el anonimato. Queremos que cuando se recupere de la lesión en su mano izquierda vuelva al ruedo de la mejor manera.
Le esperan grandes e ineludibles desafíos. Uno a la vista es con su retador mandatorio, David Benavidez, pero bien podría ser ante David Morrell a quien desde hace tiempo venimos ponderando como un rival de peligro que debe demostrarlo en su próximo combate ante el armenio Aidos Yerbossynuly.
Particularmente creemos que Canelo es más que Benavidez pro eso tiene que demostrarlo en el ring.
El poco tiempo que le queda al tapatío en el, boxeo debe dedicarlo a limpiar su imagen y a demostrar, como en efecto creemos, que está en el Top Ten del boxeo mexicano.
No es el número uno ni cercano, pero si merece estar entre los 10 mejores.