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Leonard vs Lalonde: Un combate que nadie vio venir.


Michael Carbert.

En 1982, tras ser tratado de un desprendimiento de retina, Sugar Ray Leonard se retiró del boxeo. Dos años más tarde intentó volver a boxear, pero se frustró rápidamente tras una decepcionante actuación contra el aspirante Kevin Howard.

El tiempo pasó y todos asumieron que Ray se había retirado para siempre. Su decisión de regresar tres años más tarde para enfrentarse al Maravilloso Marvin Hagler fue considerada por todos como una idea terrible, pero Leonard sorprendió al mundo del boxeo con una ajustada victoria por decisión sobre Hagler, que le valió su tercer título mundial.

Una vez más, el tiempo pasó y muchos supusieron que Leonard, tras derrotar a su enemigo más formidable, se contentaría con dejar que ese gran triunfo fuera el último. Entonces, de la nada, se anunció un combate con el poco conocido campeón de peso semipesado Donny Lalonde.

Echando la vista atrás, la característica que definió la carrera de Sugar Ray Leonard tras su derrota ante Roberto Durán en 1980 fue su selectividad interesada.

Fuertemente influido por el abogado Mike Trainer, que trabajaba de hecho como su mánager y que creía que los boxeadores debían centrarse más en el balance final, Leonard decidió que lo ocurrido en su primer encuentro con Duran no debía volver a repetirse.

En otras palabras, a partir de entonces Ray nunca permitiría que las circunstancias o los deseos de los demás dictaran sus acciones.

Aquel primer enfrentamiento con Duran no fue tanto una elección profesional consciente por parte de Leonard como un doblegamiento a los deseos de diversos intereses creados y del público.

Duran contra Leonard fue el combate más grande y rico que se hizo en aquella época -la bolsa de ocho millones de dólares de Leonard fue un récord-, pero en el ring la naturaleza de la situación jugó a favor de Duran, no de Sugar Ray.

Intimidado por el feroz panameño y deseoso de satisfacer las demandas del público, el deseo de Leonard de demostrar su valía afectó negativamente a sus tácticas en el combate. Optó por mantenerse firme contra Duran en Montreal, luchando mano a mano, y aunque en el proceso dio al deporte y a los aficionados una guerra emocionante, el resultado final fue su primera derrota profesional.


Leonard vs Lalonde: Un combate que nadie vio venir.


Leonard vs Lalonde: Un combate que nadie vio venir

La izquierda de Leonard busca el rostro de Lalonde.


Al igual que Floyd Mayweather Jr. haría más tarde con su carrera, Leonard siempre la llevó a cabo en sus propios términos y a su favor, y sólo a su favor.


Firmó pocos acuerdos exclusivos con cadenas o promotores y tomó las decisiones finales sobre con quién y cuándo peleaba. Impulsó la revancha inmediata con Durán, sobre todo porque sabía que al panameño le costaría mucho volver a estar en plena forma para el momento del combate.

Tras su emocionante victoria contra Thomas Hearns en 1981, muchos pidieron la revancha, pero Leonard, contra todo pronóstico, descartó la idea de enfrentarse de nuevo a «El Hitman» o a Durán. Durante los años siguientes pareció disfrutar sorprendiendo al público, haciendo anuncios inesperados como su retirada en 1982, su inmediata reincorporación tras su victoria de regreso en 1984 y su decisión de desafiar a Hagler.

Es un hecho reconocido que Leonard esperó para enfrentarse a Hagler hasta que el Maravilloso Marvin mostró signos definitivos de declive, la sorprendente y difícil victoria de Marvin sobre John Mugabi impulsó a Ray a lanzar finalmente el guante.

Del mismo modo, su decisión de dar por fin la revancha a Hearns en 1989 tuvo mucho que ver con el hecho de que Tommy no tenía buen aspecto desde hacía años.

El oportunismo se había convertido en el nombre del juego para Leonard y muchos aficionados al boxeo estaban resentidos con él por ello, principalmente por todas las grandes peleas que no se produjeron como resultado, pero también por lo que revelaba sobre su carácter.

En los últimos años de su carrera, Sugar Ray pasó de ser una de las figuras más populares del deporte a ser, entre los aficionados serios al ring, uno de los más vilipendiados.

Y la decisión de Leonard de enfrentarse a Donny Lalonde es quizá el ejemplo por excelencia de su negativa a escuchar los deseos de los demás y a buscar el mayor beneficio personal en las circunstancias más favorables.

Nadie había pedido este combate. Y fuera de los aficionados acérrimos, pocos sabían algo de Lalonde. Pero para Leonard, el principal atractivo del combate era que el oponente no se llamaba Hearns, Hagler o Duran.

El combate no encajaba en las expectativas de nadie. Representaba la reafirmación de la independencia de Leonard y, al mismo tiempo, un aumento mensurable de sus logros: estaban en juego tanto el cinturón de peso semipesado de Lalonde como el recién acuñado título de peso supermedio del CMB.

Para los aficionados al boxeo, el combate era una atracción por una razón: la intriga. Era el cuarto combate de Leonard en cinco años y el primero desde abril de 1987. ¿Qué le quedaba? ¿Sería éste su último combate? ¿Quién era exactamente Donny Lalonde? ¿Y qué hacía Ray enfrentándose a un peso semipesado?


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Aunque, en realidad, Leonard también tenía cubierto este último aspecto: para conseguir el combate y la gran paga, Lalonde tuvo que aceptar un peso de captura de 168 libras, siete libras por debajo del límite de los pesos semipesados.

Además, como garantía de que cumpliría, el campeón se comprometió a renunciar a un millón de dólares por cada libra por encima del límite acordado si llegaba con sobrepeso. El resultado fue que el campamento de Lalonde se preocupó por la báscula en lugar de centrarse en el combate.

Un agotado Lalonde pesó 167 libras el día del combate con la ropa puesta, mientras que Sugar Ray pesó 165 con rollos de dólares de plata en los bolsillos.

Antes del combate, Leonard dejó entrever que ésta podría ser su última aparición en el ring. A pesar de ello, en el Caesars Palace de Las Vegas no se agotaron las entradas y las ventas de pago por visión fueron respetables pero no sobresalientes.


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Al parecer, había que pagar un precio por eludir las expectativas del público. Pero otros también pagaron un precio: éste era el primer combate de Ray sin Angelo Dundee en su esquina. De nuevo, negándose a cumplir las expectativas de los demás, Leonard había optado por no pagar a Dundee el porcentaje habitual tras la enorme victoria sobre Hagler.

Dundee exigió entonces un contrato por escrito antes de aceptar ayudar a Leonard a prepararse para Lalonde, pero el hombre que había guiado hábilmente a Ray hasta el título y el estrellato del boxeo fue rechazado.

Leonard contra Lalonde fue un combate un tanto extraño, aunque no exento de acción. El campeón, un boxeador torpe y desgarbado, aprovechó sus ventajas de altura y alcance en los primeros compases y marcó un ritmo rápido con un largo jab de izquierda.

La teoría declarada de Lalonde era que Hagler no había presionado lo suficiente a Leonard, que le había permitido tomarse tiempo libre y que, en cambio, pretendía hacer trabajar al veterano. Y así lo hizo durante los tres primeros asaltos. Mientras tanto, Leonard parecía oxidado y poco interesado. Lalonde llevó el combate a Leonard sin miedo, mientras el público se preguntaba cuándo empezaría Ray.


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Leonard vs Lalonde: Un combate que nadie vio venir

Lalonde llegó muy desgastado al combate porque tuvo que ajustarse al peso convenido.


Pero en el cuarto fue Lalonde, y no Leonard, quien despertó al público al sorprender a Ray con un contundente derechazo en la frente que derribó al ex campeón.

Un aturdido Leonard se levantó y luego aguantó mientras el campeón intentaba aprovecharse, atacando con más derechas salvajes, la mayoría de ellas fallando el objetivo.

El resto del asalto fue una pelea en la que ambos púgiles asestaron golpes contundentes y que dejó a Ray con un corte en el puente de la nariz.

Pero ahora Leonard también estaba despierto. Y se convirtió en un púgil diferente, utilizando el movimiento de la parte superior del cuerpo y un afilado jab con la mano derecha detrás para darle la vuelta a la tortilla ante el campeón.

Cerca del final del quinto conectó sus primeros golpes de autoridad, ganchos de izquierda silbantes y potentes derechas, y puso en apuros a Lalonde antes de la campana.

El sexto fue un combate a puñetazos en el que ambos se hicieron daño, y el séptimo fue más de lo mismo, pero la mayor precisión de Leonard y el creciente cansancio de Lalonde eran ahora factores decisivos.

En el octavo, Ray asestó ganchos de izquierda a discreción, pero Lalonde, en su haber, no dejó de devolver fuertes derechazos. 

Al comenzar el noveno asalto Leonard parecía tener el control, pero a mitad del mismo el campeón le sorprendió con una andanada de golpes potentes a dos puños que puso a Ray brevemente en apuros. Lalonde siguió lanzando, pero entonces Leonard se recompuso y contraatacó con furia.

Un jab contundente preparó una derecha despiadada que dobló las piernas de Lalonde y ahora era el turno de Ray de lanzar una andanada de artillería pesada. Contra las cuerdas, Lalonde recibió un golpe tras otro antes de que un cruel gancho de izquierda le derribara.

El campeón se puso en pie con dificultad y, con pesar, hizo un gesto a Leonard como si reconociera la superioridad de su oponente. Casi parecía que pensaba que el combate había terminado. Sus ojos se abrieron de par en par cuando el árbitro hizo señas a Leonard para que volviera y Ray se abalanzó con dos potentes derechas y una izquierda definitiva. Lalonde volvió a caer a la lona y el combate se detuvo.

Leonard consiguió su victoria, dos títulos mundiales más y otro gran sueldo, pero nada de eso fue fácil. Nadie recordaba la última vez que Ray había sido cortado y derribado en el mismo combate, o que hubiera recibido tantos golpes contundentes.

Ahora se oían voces pidiendo que Sugar Ray se retirara definitivamente, pero Leonard, como siempre, haría las cosas a su manera, sin seguir nunca las expectativas de los demás, una característica que garantizaba que su carrera no terminaría con una nota ganadora.

Leonard vs Lalonde: Un combate que nadie vio venir.


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