Mancini vs. Kim: Una guerra que terminó en fatalidad.
Rafael García.
La década de 1980 es quizá la de mayor éxito en la historia del boxeo, una época rara en la que este deporte gozaba de gran popularidad y era ampliamente aceptado como entretenimiento de masas. Campeones como Sugar Ray Leonard y Marvelous Marvin Hagler se habían convertido en grandes estrellas, y junto a ellos estaba Ray Mancini.
Pero la historia del joven «Boom Boom» Mancini no sólo trata de triunfos y éxitos, sino también de la peor pesadilla de todo boxeador profesional. Ray no sólo se convirtió en un favorito de los medios, un campeón y un millonario; también tuvo la desgracia de herir gravemente a un oponente.
El surcoreano Duk-Koo Kim, que cayó ante los puños de Mancini en el 14º asalto de un tremendo combate televisado a nivel nacional, moriría en el hospital pocos días después.
«The Good Son», un documental que explora la vida y la carrera de Mancini, así como las circunstancias y consecuencias de la trágica muerte de Kim, es una película única y conmovedora.
La historia narrada por el director Jesse James Miller y adaptada del encomiable libro homónimo de Mark Kriegel es, ante todo, una historia de familias y relaciones.
La historia de «Boom Boom» es, de hecho, la historia del clan Mancini, empezando por Lenny Mancini, el padre de Ray, que era el máximo aspirante al título de los pesos ligeros en 1941, cuando tuvo que abandonar su carrera boxística para servir a su país durante la Segunda Guerra Mundial.
A su regreso y tras un segundo intento fallido de alcanzar la gloria en el boxeo, Lenny se centró en atender las necesidades de su familia en Youngstown, Ohio.
Y así conocimos al joven Ray Mancini, el chico popular y atlético que obedecía a sus padres, hacía sus deberes y, finalmente, siguió a su hermano mayor al gimnasio de boxeo, donde encontró su verdadera pasión y propósito en la vida.
Mancini vs. Kim: Una guerra que terminó en fatalidad.
En la década de 1980, los medios de comunicación ya habían reconocido el enorme potencial de aquel chico blanco con un estilo de acción total y la conmovedora historia de cómo le había prometido a su padre que ganaría la corona de los pesos ligeros sólo para él.
Aquí es donde el documental despega. Entrevistas con miembros de la familia Mancini y amigos documentan el ascenso de Ray en el escalafón. Describen cómo los desmoralizados habitantes de Youngstown se unieron en torno a su nuevo héroe, llenando los gimnasios locales para encontrar algo por lo que animar mientras se enfrentaban al desempleo crónico y al aumento de las estadísticas de delincuencia.
El joven Ray, siempre dispuesto a complacer a los que le rodeaban, cumplió su cometido ganando concurso tras concurso para su familia y para los habitantes de su pueblo, ascendiendo en el escalafón y dando esperanzas a su ciudad natal.
Con cada nuevo triunfo, Ray impresionaba a más espectadores en la televisión nacional, recibiendo elogios de los medios de comunicación por su emocionante estilo y sus dramáticas victorias.
«¡Golpea ese cuerpo! ¡Boom! Y luego sube a la barbilla!» era la única estrategia que conocía, como le dijo el propio «Boom Boom» a un cautivado Sugar Ray Leonard. Y Ray responde: «¡Yo nunca podría pelear así!».
En efecto, se necesita un tipo especial de boxeador para intercambiar golpes en cada combate, pero si el talentoso Leonard nunca pudo pelear de esa forma, «Boom Boom» tampoco podría hacerlo de otra, aunque lo hubiera intentado.
Mancini vs. Kim: Una guerra que terminó en fatalidad.
El documental ignora por completo el primer combate de Mancini por la corona de los pesos ligeros, en el que perdió por nocaut técnico ante el gran Alexis Arguello, a pesar de que su galante actuación en aquel combate le hizo ganarse el cariño de los aficionados al deporte estadounidenses.
En su lugar, la película pasa directamente a la victoria de Ray sobre Arturo Frías por el título de la AMB. Merece especial atención cuando oímos al antiguo promotor de Ray, Bob Arum, llamar «corrupta» a la AMB por intentar impedir que Mancini luchara por su cinturón.
Ray detuvo a Frías en el primer asalto para ganar finalmente el campeonato, cumpliendo así la promesa que le había hecho a su padre años atrás.
Inevitablemente, el ambiente triunfal de la meteórica ascensión de Mancini a la cima del mundo del boxeo cambia cuando revisamos el combate Duk-Koo Kim, una trágica contienda que sigue proyectando su sombra casi cuatro décadas después.
Al documentar el ominoso enfrentamiento, la película incluye entrevistas realizadas a la esposa, el hijo, los suegros y el entrenador de Kim, todos ellos residentes en Corea del Sur, que nos ofrecen una vívida imagen del rudo, decidido y fatalmente valiente púgil.
Mancini vs. Kim: Una guerra que terminó en fatalidad.
Mancini observa el pesaje de Kim en Las Vegas, 1982.
Mancini vs Kim, una auténtica guerra de desgaste, se disputó en Las Vegas ante miles de rabiosos espectadores y se retransmitió por la televisión nacional.
El feroz combate parecía destinado a convertirse en una batalla épica, ya que el castigo intercambiado entre ambos púgiles fue implacable. El combate fue una guerra, con Ray y Duk-Koo decididos a mantenerse en pie y luchar hasta el amargo final.
Y cuando por fin llegó el final, en los primeros instantes del decimocuarto asalto, fue un derechazo de Mancini el que derribó a Kim y selló para siempre el destino del guerrero asiático.
Kim fue trasladado inmediatamente al hospital, donde moriría cuatro días después a causa de una hemorragia cerebral.
Esta historia ya es conocida por los aficionados, al igual que las secuelas del trágico combate. La madre del rival y el árbitro del combate se suicidaron tras la muerte de Kim, y Mancini nunca volvió a ser el mismo boxeador.
Pero el valor de la película no radica sólo en la narración de esta historia, sino en su enfoque intensamente personal de la misma.
Al fin y al cabo, Mancini tuvo una relación con la versión romántica del boxeo desde el principio. No sólo etiquetó una foto del rostro destrozado de su padre después de un combate agotador como «la foto más bonita» que había visto de él, sino que el propio Ray se convirtió en el icono del sueño del boxeo americano con su ascenso a la cima como un cohete.
Es tan triste como irónico que un boxeador como Ray, que apostó por el corazón y la voluntad tanto como por la fuerza y la agresividad, que creyó en todos los mitos del boxeo, tuviera que soportar el duro ajuste de cuentas que supone el desenlace más trágico posible.
«…Aquella noche me arrebató todo el honor, todo el amor… aquella noche me arrebató todo»
Kim se levantaría de este derribo final, pero después de que se detuviera el combate, perdió el conocimiento.
Cuando Mancini habla de sus esfuerzos por hacer frente a la reacción del público ante el incidente, su franqueza y vulnerabilidad resultan profundamente conmovedoras.
Pocas cosas deben de ser más difíciles que intentar librarse de acusaciones ignorantes y descuidadas. La gente en la calle le preguntaba cómo se sentía al matar a un hombre con sus propias manos antes incluso de que Kim fuera declarado muerto, y las preguntas continuaron durante mucho tiempo.
«¿Cómo se supone que debo sentirme?», exige a la cámara un alterado Ray. «¡Me estoy muriendo por dentro!».
Las escenas dedicadas al encuentro de Ray con la mujer y el hijo de Kim también son impactantes, aunque algo apagadas; pero a pesar de las incómodas circunstancias del encuentro y de la barrera del idioma, el drama y la emoción humanos reales llenan la pantalla.
Y lo que más destaca es la secuencia en la que el hijo de Kim describe su intento de comprender plenamente la historia de su padre.
Duk-Koo Kim nunca conoció a su hijo, ya que su mujer no lo dio a luz hasta después del trascendental combate de Las Vegas.
«The Good Son» consigue retratar con eficacia los principales acontecimientos de la vida de Ray Mancini porque se acerca mucho a quienes desempeñaron un papel en sus crudos argumentos.
Al reunirse en busca de comunión y reconciliación, Mancini y los Kim obtienen la oportunidad de sanar y dejar el pasado, por fin, atrás, donde pertenece.
Esto no significa dejar atrás la memoria de Duk-Koo Kim, sino fortalecerla y rendirle homenaje, a través del recuerdo y la comprensión.
Mancini vs. Kim: Una guerra que terminó en fatalidad.