Teófilo Stevenson prefirió ser rojo que rico.
LUCIANO GONZALEZ / CLARIN.
Desde hace poco más de dos décadas, una empresa multinacional de servicios financieros con sede central en Nueva York asegura que hay ciertas cosas que el dinero no puede comprar… porque no tienen precio.
Mucho antes de que a algunos sagaces publicistas se les ocurrieran esos eslóganes, un púgil había rechazado un anzuelo de siete cifras para renunciar a representar a su país e incursionar en el deporte rentado.
“No cambiaría un pedazo de la tierra de Cuba por todo el dinero que podrían darme”, explicó entonces Teófilo Stevenson. Nunca lo cambió. Y eso le permitió ser el mejor boxeador amateur de la historia, según el Comité Olímpico Internacional.
Tres oros olímpicos y otros tantos obtenidos en Mundiales organizados por la Asociación Internacional de Boxeo Amateur (AIBA) tallaron su leyenda, que terminó de forjarse por su negativa a saltar al profesionalismo. Siempre quedó flotando la duda sobre sus posibilidades en ese terreno en tiempos en que Muhammad Ali, Joe Frazier y George Foreman, entre otros, le daban brillo a la división de los pesados.
Hijo de Teófilo Stevenson Pearson, un inmigrante que llegó en 1923 a Cuba desde la isla de San Vicente (entonces colonia británica), y de Dolores Lawrence, Pirolo nació el 29 de marzo de 1952 en Puerto Padre, en la provincia oriental de Las Tunas, y comenzó a boxear a los 14 años, tras haber probado sin éxito con el beisbol.
Su primera pelea fue en 1966, en un ring instalado en el estadio de béisbol Julio Antonio Mella: perdió por puntos con Luis Enríquez, en la categoría hasta 71 kilos.
El cubano consiguió tres medallas de oro olímpicas y tres títulos en Campeonatos Mundiales de la AIBA.
Si bien había ganado el título nacional juvenil en 1968 y había sido subcampeón nacional un año después, ya en mayores y en la categoría hasta 81 kilos el destino de Stevenson cambió cuando se cruzó con Andrei Chervonenko, que había llegado unos meses antes a Cuba y recorría el país buscando púgiles para la Selección.
“Lo vi por casualidad. Me dejaron estupefacto sus condiciones físicas, su manera cauta de pelear y su técnica, que era pésima. Propuse incorporarlo inmediatamente”, explicó años después el entrenador soviético.
Alcides Sagarra, jefe del equipo nacional durante más de tres décadas y considerado el padre de la Escuela Cubana de Boxeo por las innovaciones que introdujo, fue fundamental en la carrera de Stevenson.
Cuando Sagarra entró en funciones, el pugilismo de la isla jamás había conseguido una medalla olímpica; desde entonces, logró 73, entre ellas 39 de oro.
Uno de los primeros eslabones en esa cadena de éxitos lo aportó Stevenson en Munich 1972. Y con un condimento extra. Después de noquear en el primer round al polaco Ludwik Denderys en su debut, debió enfrentar en los cuartos de final al estadounidense Duane Bobick, un oficial de Marina de 22 años, quien lo había derrotado en las semifinales de los Juegos Panamericanos de Cali 1971 y a quien en su país apodaban la Esperanza Blanca. Stevenson lo vapuleó.
En la semifinal, superó al alemán occidental Peter Hussing (“Nunca me habían golpeado tan fuerte en 212 combates”, admitió el teutón).
En la pelea decisiva, debía medirse con Ion Alexe, pero el rumano no se presentó debido a una lesión. Sin sudar, Stevenson logró su primer título olímpico. En esos Juegos, también se consagraron sus compatriotas Orlando Martínez (gallo) y Emilio Correa (wélter).
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Después de la derrota de Bobick, el boxeo estadounidense procuró una revancha simbólica ante el deporte cubano: Stevenson recibió una oferta de un millón de dólares para desertar, convertirse en profesional y enfrentar al entonces campeón del mundo, Joe Frazier.
La rechazó. «No me iré de mi país ni por un millón de dólares ni por mucho más. ¿Qué es un millón de dólares comparado con el amor de ocho millones de cubanos?», argumentó.
Su decisión mereció una especial mención de Fidel Castro con quien luego construiría una amistad que perduró hasta sus últimos días.
“Merece el reconocimiento de nuestro pueblo por su éxito deportivo. Y dejó un ejemplo todavía más valioso que eso y es el instante en que le hablaron de la posibilidad de ganarse un millón de dólares. Ese joven, hijo de humilde familia y un humilde obrero oriental, dijo que él no cambiaba a su pueblo por todos los dólares del mundo”, lo elogió el líder revolucionario el 28 de septiembre, tres semanas después de la consagración en Munich.
Teófilo Stevenson prefirió ser rojo que rico.
Compartiendo con Castro y Muhammad Ali.
En marzo de 1974, durante la XII edición de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, en Santo Domingo, el cubano, quien estudiaba Ingeniería Eléctrica, recibió otra propuesta para abandonar la delegación de su país. La respuesta fue idéntica.
“Vi a los profesionales en la televisión. Creo que Muhammad Ali es el mejor. Hay algunos a los que podría vencer. Ese canadiense… ¿cómo se llama? ¿(George) Chuvalo? A él podría derrotarlo. Y también a Oscar Bonavena y a Floyd Patterson. A los otros no estoy tan seguro y nunca lo sabré”, sostuvo en una nota publicada por la revista Sports Illustrated y titulada “Prefiere ser rojo antes que rico”.
La revista Sports Illustrated publicó un reportaje sobre el excelso peleador cubano que fue titulado “Prefiere ser rojo antes que rico”.
En septiembre de 1974, la AIBA organizó en La Habana el primer Campeonato Mundial de Boxeo Amateur, en el que los locales se quedaron con cinco de las 11 medallas de oro, además de una de plata.
Ante 17.000 espectadores en el Coliseo de la Ciudad Deportiva de la capital, Pirolo venció en la final de peso pesado al estadounidense Marvin Stinson. Estaba iniciando el período más brillante de su carrera, que alcanzó su cumbre dos años después.
Los Juegos Olímpicos de Montreal 1976 eran una prueba complicadísima para el boxeo cubano, ya que Estados Unidos viajó con un equipo de primer nivel, que incluyó al legendario Sugar Ray Leonard y a otros cuatro futuros campeones mundiales: los hermanos Michael y Leon Spinks, Leo Randolph y John Tate.
Teófilo Stevenson prefirió ser rojo que rico.
De todos modos, ese certamen fue otro desfile de Stevenson. Noqueó al senegalés Mamadou Drame en el segundo asalto y al finlandés Pekka Ruokola en el primero. En la semifinal, John Tate terminó sentado en una esquina neutral tras solo 92 segundos de acción. Y en la final, el rumano Mircea Simon claudicó en el tercer round. Otro oro olímpico voló hacia La Habana junto a los de Jorge Hernández Padrón (minimosca) y Ángel Herrera (pluma).
En octubre de 1978, cinco meses después de que Stevenson repitiera el título en el Mundial de la AIBA realizado en Belgrado y un mes después de que Muhammad Ali recuperara la corona de la AMB ante Leon Spinks, el promotor Bob Arum contactó a Raúl Villanueva, presidente de la Federación Cubana de Boxeo y Jorge García Bango, titular del Instituto Cubano de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER), para proponer un duelo entre los reyes del amateurismo y el profesionalismo.
La idea de cruzar a un boxeador aficionado con Ali ya había estado sobre la mesa en 1975, cuando se había especulado con un enfrentamiento con el soviético Igor Vysotsky, el único hombre que pudo noquear a Stevenson (lo logró en abril de 1976 en Minsk), aunque aquella gestión no había prosperado.
Teófilo Stevenson obtuvo tres títulos olímpicos y tres títulos en Campeonatos Mundiales de la AIBA.
Esta vez las tratativas progresaron mucho más. La AIBA había dado el visto bueno, con la condición de que el caribeño no cobrara por su participación (el dinero iría a las arcas de la Federación Cubana de Boxeo) y la cadena CBS estaba interesada en la transmisión del evento.
¿Por qué no se concretó? Los cubanos proponían una serie de cinco combates a tres rounds, respetando las reglas del deporte amateur. Los norteamericanos pretendían que se efectuara una sola pelea a 15 asaltos, a la usanza del pugilismo rentado. Nunca consiguieron ponerse de acuerdo.
Stevenson no pareció muy frustrado luego de que se truncara la posibilidad de enfrentar a uno de los boxeadores más importantes de todos los tiempos. “Si eres un profesional, no eres un deportista”, aseguró en julio de 1979, tras obtener su segundo oro panamericano en San Juan de Puerto Rico.
Teófilo Stevenson prefirió ser rojo que rico.
El boicot impulsado por Estados Unidos con el argumento de la intervención militar soviética en Afganistán, al que se sumaron más de 50 países (entre ellos Argentina, por decisión de la Junta Militar), simplificó la tarea para el pugilismo cubano en Moscú 1980, aunque para el campeón de Puerto Padre el recorrido hacia el oro fue menos sencillo que en sus dos experiencias olímpicas previas.
Después de derrotar antes del límite al nigeriano Solomon Ataga y al polaco Grzegorz Skrzecz, debió escuchar la decisión de los jueces en la semifinal ante el húngaro Istvan Levai, el primer hombre que completó los tres asaltos ante el antillano en un combate olímpico. Lo mismo sucedió en la final, en la que derrotó al local Pyotr Zaev. Incluso uno de los jueces, el nicaragüense Marvin Caldera Lacayo, vio ganador al soviético.
Más allá de ese detalle y de algunos silbidos con los que parte del público lo despidió en el
Frente a Duane Bobick.
Complejo Deportivo Olympiski, ese 26 de julio, día del 27° aniversario del asalto al Cuartel Moncada, Stevenson se transformó en el segundo púgil en ganar tres títulos olímpicos después del húngaro Laszlo Papp (Londres 1948, Helsinki 1952 y Melbourne 1956). De Moscú, el boxeo cubano se llevó seis oros, además de dos medallas de plata y dos de bronce, un récord absoluto que superaría en Barcelona 1992, con siete.
Así como el boicot de Estados Unidos y sus aliados había facilitado la labor de Stevenson en Moscú, la decisión de las autoridades deportivas cubanas de no asistir a los Juegos de Los Ángeles 1984 lo privó de buscar su cuarto oro. La medida fue justificada por la falta de seguridad de la que serían víctimas sus deportistas en suelo estadounidense, en sintonía con el argumento que había esgrimido la Unión Soviética para llamar a un boicot al que se terminaron sumando otras 13 naciones.
Cuba tampoco asistiría a Seúl 1988, alegando falta de seguridad y evidenciando su disconformidad por la negativa de Corea del Sur de coorganizar el evento con Corea del Norte. “Los principios morales son más importantes que las emociones de los Juegos Olímpicos y las medallas de oro que se podrían obtener”, justificó Fidel Castro en una carta enviada al presidente del COI, Juan Antonio Samaranch.
Teófilo Stevenson prefirió ser rojo que rico.
Esas ausencias hicieron que la última gran cita deportiva para Stevenson fuera el Mundial de 1986 en Reno, Nevada. Por entonces, su jab zurdo había perdido precisión y velocidad, y su derecha recta ya no tenía el poder de demolición de antaño. “Muchos creían que yo estaba acabado. Pero me dieron la oportunidad de prepararme en un centro de entrenamiento de la Isla de la Juventud y ya viste lo que pasó”, le dijo años más tarde al periodista Roger Aguilera. Lo que pasó fue que obtuvo su tercer título noqueando en el segundo round del combate final al estadounidense Alex García.
Dos años después, en julio de 1998, llegó la hora del adiós. Fue en el torneo internacional Giraldo Córdova Cardín en Las Tunas, a 40 kilómetros de su casa. Se despidió con 301 victorias en los 321 combates. Desde entonces, trabajó en la Federación Cubana de Boxeo y en la Comisión Nacional de Atención a Atletas Retirados y en Activo del Instituto Cubano de Deportes.
La figura del multicampeón trascendió fronteras y excedió el terreno del deporte. Cuando Nelson Mandela visitó Cuba en julio de 1991, un año después de recuperar su libertad, pidió conocer al púgil cuya trayectoria había seguido y admirado desde la prisión.
Stevenson con Nelson Mandela y Fidel Castro.
Algunos meses más tarde, Stevenson viajó a Pretoria para un seminario de la AIBA y fue recibido por el líder sudafricano, quien durante su juventud había practicado boxeo.
Pirolo murió el 11 de junio de 2012, debido a una cardiopatía isquémica, mientras trabajaba en la preparación de los boxeadores de su país que irían a los Juegos Olímpicos. “Podemos superar los resultados de Beijing con algún oro”, había vaticinado cuatro meses antes. Acertó. En Londres fueron campeones Roniel Iglesias, quien todavía integra el seleccionado cubano, y Robeisy Ramírez, que repitió el éxito en Río de Janeiro y desertó en 2018 en México para hacerse profesional.
“Ningún otro boxeador amateur brilló tanto en la historia de ese deporte. Podría haber obtenido dos títulos adicionales, si no hubiese sido por deberes que los principios internacionalistas impusieron a la Revolución. Ningún dinero del mundo habría sobornado a Stevenson. ¡Gloria eterna a su memoria!”, lo despidió Fidel Castro en un comunicado.
Las exequias fueron multitudinarias. Entre los que participaron estuvo Félix Savón, el hombre que imitó su proeza de ganar tres oros olímpicos (Barcelona 1992, Atlanta 1996 y Sydney 2000) y que también rechazó ofertas millonarias para saltar al boxeo rentado. “Teófilo era de Cuba y del mundo. El que no ha oído hablar de Teófilo no ha vivido”, dijo su heredero deportivo.
El reconocimiento también llegó desde Estados Unidos. “Aunque nunca peleó profesionalmente, haber ganado tres medallas de oro en tres Juegos Olímpicos garantiza que habría sido un rival formidable para cualquier campeón de peso pesado. Fue uno de los grandes de este mundo y a la vez un hombre cálido y adorable”, sostuvo Muhammad Ali, quien lo había conocido durante su viaje a La Habana en 1996.
Todas esas muestras de afecto no hicieron más que ratificar el balance que Stevenson había hecho cuatro años antes, durante los Juegos Olímpicos de Beijing: “Siempre me cuestioné si me habían faltado cosas por lograr como atleta, porque en Cuba tenemos la convicción permanente de que se puede más, pero el reconocimiento recibido en tantos años me demuestra que valió la pena”.
Teófilo Stevenson prefirió ser rojo que rico.
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