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Hace nueve años nos abandonó «El Más Grande».


Jesús Cova.


Mediados los años ’80, concretamente en 1984, el mundo del deporte y de todo el planeta se enteró, no sin pesadumbre, que uno de sus más grandes iconos y con absoluta seguridad en la afirmación el boxeador con mayor carisma en los anales de la disciplina de los puños, Muhammad Ali, bautizado Cassius Clay al nacer y autodeniminado «El Más Grande», padecía el incurable Mal de Parkinson, dolencia que a la postre aceleró su deceso tal día como el de este, 3 de junio de hace ya nueve años en un hospital de Scottsdale, Arizona, por una septicemia provocada por causas naturales, según reveló el parte médico de su defunción.

A raíz de aquel luctuoso hecho es por lo que reproducimos ahora, con una que otra tenue modificación este  trabajo escrito y publicado hace un cierto tiempo, como póstumo tributo para quien es considerado por millones de aficionados como el mejor peso completo en la historia del boxeo–acaso con excepción hecha del también legendario Joe Louis–, quien se autonombraba El Más Grande y al cual uno de sus asistentes, el dicharachero Drew “Bundini” Brown, uno de sus asistentes en la esquina (cornerman lo llaman en inglés) describió, y así quedó bautizado mientras peleó, como el que “flotaba como una mariposa y picaba como una abeja.” 

El también llamado por la prensa “El Bocazas” Ali, el vocinglero Cassius Marcellus Clay jr, contaba para el momento de su muerte con 74 años de haber nacido en Louisville, la ciudad más poblada del estado de Kentucky, Estados Unidos, cuya capital es Frankfort. 

Y fueron contados, en el reciente ayer y también ahora, quienes le recordaron  en esa especial y lamentable fecha de un tránsito vital signado al final de sus días por las luchas civiles, y en la juventud y la madurez por la fama, la gloria y la fortuna en un deporte hacia el cual, con su avasallante y magnética personalidad, con su estilo único e inimitable de moverse en el ring, logró atraer de nuevo a las masas a los escenarios, tal como había pasado antes con Babe Ruth en el beisbol cuando este deporte había perdido el fervor del público por la venta de partidos de parte de 8 de los peloteros de los Medias Blancas de Chicago (rebautizados Medias Negras, debido al escándalo) en favor de los Rojos de Cincinnati en la Serie Mundial de 1919.

De retorno con Ali digamos que también esa vez, como otras de un aniversario más de su partida, pasó también “bajo un vasto silencio de leones.”, algo injusto para la memoria de quien, con su carisma, con su avasallante y magnética personalidad había cambiado, sin duda alguna que para bien, todo lo que antes hubo en el antiguo deporte de los puños dentro de un guante. 


Hace nueve años nos abandonó «El Más Grande».


Antes de su aparición ningún púgil había pronosticado el round en el que acabaría con el enemigo y antes de él ningún peso completo se había desplazado en el ring con los brazos a los costados del cuerpo.

Tampoco ningún otro peleador de la máxima división se movía con la celeridad con la que él lo hizo. E igualmente no hay hoy quien lo haga con el donaire del carismático Ali. Ni que hable tanto como él, dentro y fuera del ring.

Cuando apareció en la escena boxística los ídolos en esa especialidad deportiva eran una especie en virtual extinción. Ali vino a ser, para el boxeo, ¿quién lo duda?, la refulgente estrella que hacía falta para rescatar del letargo a una disciplina a la que ya muy escasos, o al menos nada de numerosos fanáticos, prestaban una particular atención. 

Ali dividió el boxeo, como hecho dicho otras veces, en antes, en y en después de él. Los aficionados, que más fueron los que le idolatraron que los detractores, disfrutaron hasta el éxtasis de la gracia en el ring de aquel boxeador sin igual que “flotaba como una mariposa y picaba como una abeja” y que alardeaba a gritos destemplados de ser “el mejor peleador del mundo y el más bello.” 

Cuando hizo mutis definitivo del ring después de 21 años de actividad (1960-81) en sus alforjas registraba un balance de 19 decisiones a favor, 37 nocauts propinados para porcentaje de 66,07%, 25 peleas de campeonato mundial y solo cinco frustraciones en un total de 61 contiendas, con un KO en contra en las postrimerías de su carrera, ya agobiado del largo transitar entre las sogas.


Hace nueve años nos abandonó «El Más Grande».


SUS GRANDES BATALLAS

De esos 61 encuentros entresacamos para esta nota, por lo particularmente relevantes que resultaron, solamente los 3 que sostuvo con su archienemigo Joe “El Humeante” Frazier, quizás dueño del mejor gancho izquierdo de la historia; el apoteósico e inesperado triunfo sobre George Foreman, así como los 3 encuentros ante Ken Norton y los 2 que sostuvo frente a Sonny Liston.

Fue ante este último cuando se coronó campeón por primera vez. Se midieron el 25 de febrero de 1964 con Liston en posesión de las fajas AMB, The Ring y CMB, en el Salón de Convenciones de Miami. El campeón de 32 años, 25 KO en 35 peleas y 1 derrota, subió como gran favorito en las apuestas ante el osado invicto aspirante de 22 años y unos pocos días, con 15 KO y 5 decisiones en 20 pleitos. 

Los primeros asaltos fueron parejos, pero en el round cinco Ali, entonces Clay, estuvo a poco de abandonar porque presumiblemente los guantes de Liston tenían una sustancia urticante que afectaron su visión.

El astuto entrenador que fue Angelo Dundee lo convenció de seguir en acción y luego de un sexto round de claro dominio del desafiante Liston se quedó sentado, inerme, en su esquina, al llamado de la campana para el 7° tramo.

Tres meses más tarde, el 25 de mayo del mismo año, chocaron de nuevo en Lewiston, Maine, ante una menguada concurrencia, por las coronas CMB y The Ring, ya que la AMB, por razones de carácter legal plenamente justificadas, había despojado a Clay, quien ahora ya era Muhammad Ali, su nombre musulmán que se traduce como “el amado de los dioses.”

Liston se derrumbó en el primero por una derecha que vio solo un reducido grupo de los pocos espectadores, no más de 3 mil, un golpe el que Ali, siempre ocurrente, bautizó como “de ancla.”

Frente a Joe Frazier luchó por primera vez el 8 de marzo de 1971, en un combate de invictos promocionado como La Pelea del Siglo, en el Madison, luego de 3 años y medio inactivo por haberse negado a uniformarse como soldado para ir a la guerra de Vietnam.

Frazier, que odiaba a Ali porque le llamaba El Oso Feo, entre otras ofensas y sarcasmos, retuvo sus fajas por decisión unánime en los 15 rounds, luego de haber derribado con un gancho zurdo al contrincante por los 8 segundos de protección, en el último tramo. Chocaron nuevamente el 28-1-74 y Ali tomó un cerrado desquite por puntos en 10 capítulos.


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La tercera pelea está en los libros como probablemente la mejor y también sin dudarlo la más dramática en la historia entre pesos pesados.

Ali se llevó el fallo cuando Frazier no salió para el 14° desplomado por el intenso e inacabable intercambio de golpes, el 1 de octubre de 1975, en el escenario del Metro Manila de Filipinas. 

Es historia verdadera que solo unos segundos antes de que el exhausto Frazier se quedara sentado en la banqueta, un Ali igualmente agotado había dicho a Dundee que iba a abandonar. 

El viejo zorro se lo impidió, se presume que por haber notado un movimiento raro en la esquina contraria. Al sonar la campana, Frazier hundió la cabeza y no salió.

Cuando Ali pasó camino al camerino al lado de los periodistas sentados junto al ring, dijo a estos:»Nunca antes había estado tan cerca de la muerte.”

Vale acotar que Frazier antecedió a su gran rival en el viaje sin regreso. Nacido el 12 de enero de 1944 en Beaufort, Carolina del Norte, falleció el 7-11-2011 en Filadelfia, Pensilvania.

A Ken Norton se midió el 31-3-73, el 10-9 del mismo año y el 28-9-76 con un triunfo para el exmarine a los puntos sobre un Ali con la mandíbula facturada en los asaltos intermedios. Ali ganó las otras dos por la vía de las tarjetas.


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Hace nueve años nos abandonó "El Más Grande".

Ali-Norton, uno de los grandes clásicos del boxeo.

Contra “Big” George Foreman cambió golpes solo una vez, el 30 de octubre del 74 en Kinshasa, Zaire, hoy República Democrática del Congo, en el estadio 20 de Mayo, colmado de una multitud en su mayoría partidaria del retador a quien auparon de comienzo a fin al grito en lengua lingala africana de “¡Ali, bumaye¡”(¡Ali, mátalo”!), en una cálida madrugada. 

Alí, de 32 años, reconquistó por tercera vez el cinturón contra un enemigo 7 años más joven, un invicto hasta entonces en 40 peleas con 37 nocauts, y considerado imbatible por los entendidos, Ali hizo añicos tales presunciones.

Con marca de 44 pleitos, 10 decisiones y 2 derrotas (frente a Frazier y ante Norton) , atacó al texano en el octavo luego de combatir por varios tramos recostado a las cuerdas y Foreman se desplomó por 3 impactos, rematados con una derecha explosiva a la cabeza para que el árbitro Zachary Clayton le contara los 10 segundos fatales a los 2:58 del asalto en cuestión, en una pelea, organizada por el promotor Don King con el aval del dictador Mobotu Sese Seko, la primera por un fajín mundial en África y que congregó ante las pantallas de TV del mundo a una audiencia estimada en más de 300 millones de personas, cifra sin parangones para entonces, quizás solo inferior a la de la llegada del hombre a la luna en julio de 1969, pero sin igual para un evento deportivo.


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UN FANTASMA OLVIDADO

Hoy Ali es tan solo un fantasma olvidado, penosamente olvidado. En una de sus últimas apariciones públicas entristeció hasta las lágrimas al mundo que le vió encender la antorcha, tembloroso, mustio, vacilante, el 19 de julio de 1996 en los Juegos Olímpicos de Atlanta.

Antes, como un tenaz luchador por los derechos de sus compañeros de raza y de religión y como campeón peso completo, había recorrido el mundo en misión de paz y en rol de filántropo, una lucha en la que nunca cedió. 

Hace nueve años nos abandonó "El Más Grande"

Ali en las postrimerías de su vida severamente afectado por el Mal de Parkinson.

Un final inmerecido

Para recordarlo son estas líneas como modesto homenaje a quien tanto aportó para el boxeo, al que llegó por mera casualidad cuando era un chiquillo de 12 años, después de que un pilluelo le robó su bicicleta, lo que le llevo hasta un pequeño gimnasio de su Louisville natal, ansioso de venganza porque quería darle una lección al ladronzuelo y un viejo policía de nombre Pete Martin le aconsejó que para ello debía antes aprender a pelear. Fue lo que hizo. Y lo aprendió como muy pocos lo han hecho.

Se iría luego al ring y apenas unos años después, ya un adolescente de 18 años, ganó en abril de 1960 en Roma la medalla de oro olímpica en el peso semicompleto. Debutó profesionalmente el 29 de octubre de ese año con un triunfo a los puntos sobre Tunney Hunsaker. en su pueblo, y no paró la marcha hasta 21 años más tarde, exactamente el 11-12-81 cuando Trevor Berbick, abismalmente inferior al Ali de los 70, lo superó en 10 rounds en Nassau, Bahamas. 

Antes de eso Larry Holmes, su exsparring, lo había noqueado en el 10º round el 2-10-80, ya un Ali de 38 años, que fue su único revés antes del límite en 61 apariciones.

Para entonces habían quedado muy atrás sus años de esplendor en los que fue el primero y hasta hoy el único en ganar 4 veces el cinturón lineal de una entidad, el de la pionera Asociación Mundial, lo que hizo en los años 1964-67-74-78 y para The Ring, la Comisión de Boxeo de NY y del CMB, por los mismos tiempos, 

También estaban muy lejana el 28 de 1967, fecha en se negó a formar filas en el ejército de su país para ir a Vietnam, aduciendo objeción de conciencia, lo que le acarreó el despojo por vía legal de sus títulos y una forzada inactividad de tres años y medio para, luego de un revés ante Joe Frazier el 8-3-71, recuperar la corona frente a Foreman en la primera pelea de campeonato mundial montada en África, lo que ya contamos. 

No terminaríamos nunca  de relatar los cientos de episodios relevantes en la vida de este singular personaje, el más renombrado boxeador que el mundo ha conocido, entre los diez mejores de todos los tiempos en cualquier categoría, además de ser para muchos el más prominente peso completo en los anales de ese deporte -repetimos que quizás con la excepción de Joe Louis-, aparte de haberse distinguido como un tenaz e infatigable luchador en pro de los derechos civiles de su raza y de su religión, la islámica, y en general en la defensa de la paz y de la dignidad del hombre.


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