Dicen que una imagen vale más que mil palabras y ojalá que algo así no vuelva a repetirse. Un ganador desconsolado ante la injusta decisión y un «campeón» cabizbajo que ahora tendrá que cargar con una pesada carga de críticas, que finalmente no son su culpa sino del descaro de la Comisión Atlética de Nevada y sus acólitos que empañaron un gran combate entre dos excelentes boxeadores en el clásico enfrentamiento entre la experiencia contra la juventud.
No entraremos en estas líneas en el análisis del combate porque esto ya fue ampliamente debatido, pero si en los pormenores de un evento que quedó empañado por unos jueces que definitivamente están mas pendiente del negocio que del boxeo y no con ello los estamos calificando de inescrupulosos, sencillamente se adaptan a la mecánica y a aquella desagradable matriz de opinión de que, «es lo mejor para el negocio».
Y ese era el planteamiento del sábado pasado. Lomachenko es un «superstar» , pero lo que conviene al negocio es Haney.
Tanto así que pese a criterios bien fundamentados de especialistas, boxeadores, periodistas y críticos sobre las facultades que daban como lógico ganador a Lomachenko, las casas de juego insistieron en Haney como favorito.
Aún el boxeo no había superado la indignación por la detención de Tony Weeks en el combate Barroso-Romero cuando ocurre este nuevo escándalo para completar el combo de árbitros y jueces.
Triste epilogo. Imágenes desgarradoras al ver a Loma impotente llorando ante la injusticia que le impidió ser campeón unificado, ejemplo que corroboró lo que ocurrió en el pasado cuando fue injustamente despojado ante Teófimo López y cercenada su posibilidad de enfrentar a George Kambosos.