El polémico y controversial Ryan García se encargó este sábado en Brooklyn de desmontar un mito, una sospecha que tenían los críticos y los fanáticos del boxeo desde que Devin Haney salió a la escena pública y se convirtió en campeón élite producto de los cuatro títulos que conquistó en su época de campeón indiscutible del peso ligero.
La sospecha tenía bases sólidas porque inicialmente el Consejo Mundial de Boxeo (CMB) mantuvo como campeón a Haney durante mucho tiempo a pesar de estar inactivo y cuando retomó el ring le tocó la afortunada tarea de enfrentar a un discreto George Kambosos que es una de esas raras avis que de vez en cuando aparecen en el boxeo.
Haney tuvo la fortuna de montarse en el tren que conducía Kambosos para convertirse en indiscutible del peso ligero. Antes venia de pasar un trago amargo ante Jorge Linares que estuvo a punto de mandarlo a las duchas.
Sobre Haney existía la natural sospecha de su fragilidad de mandíbula y de limitada condición de boxeador élite alimentada por esa máquina de marketing que es capaz de inflar globos en la búsqueda de anzuelos que sirvan para mantener el negocio.
Sin ser un gran vendedor Haney se las arregló para que lo protegieran en su combate ante Vasyl Lomachenko negociando una estrecha victoria que no tuvo desquite, luego abandonó sus cuatro fajas para combatir ante un irresoluto Regis Prograis y convertirse en campeón superligero, lo que probablemente se haya convertido en su techo.
No estamos diciendo que Haney es una burbuja de jabón que se desvanece con el viento pero si reivindicamos que no es peleador que nos pretendieron vender incluso acariciando la posibilidad de ocupar una de las vacantes que dejará disponible Terence Crawford en las 147 libras.
Afortunadamente, para el bien del boxeo, Ryan García, un peleador polémico, controversial y hasta irresponsable, se encargó de desmontar ese mito y confirmar su mandíbula de cristal y su techo en el boxeo porque a partir de ahora su futuro en el deporte, a pesar de su corta edad, queda muy comprometido, eso si con una cuenta de banco muy fortalecida.
Capítulo aparte merece la bochornosa y poco ética actuación del referí Harvey Dock. No solamente salvó a Haney en el round siete de la cuenta completa, sino que por su falta de autoridad y especial complacencia permitió que sobreviviera con sus constantes abrazos, de lo contrario lo noquean.
La actuación de Dock fue tan descarada, que con razón o no, cuando descontó el punto a García, permitió unos segundos mas para la recuperación de Haney.
Tampoco se dio cuenta Dock de los más de 10 golpes consecutivos que le dio Haney a Ryan en la espalda, hecho recurrente en casi toda la pelea.
Como epílogo del combate, nunca falta la guinda del pastel que esta vez le tocó ponerla al juez Max DeLuca mostrando en su tarjeta un insólito empate.
Un nuevo episodio de una crónica del descaro. Este vez se actuó en combo, juez y arbitro.
Afortunadamente los otros dos jueces garantizaron una decisión mayoritaria a favor de García, que si fuera un boxeador más ordenado probablemente estaría en un escalón más alto que el que subió el sábado por la noche en el Barclays Center de Brooklyn.
