Floyd Patterson el primero en reconquistar el título de peso pesado.
En la historia del boxeo mundial, hay nombres que resplandecen por su poder, su arrogancia o su carisma. Pero Floyd Patterson brilló por algo más profundo: su resiliencia, su dignidad en la derrota y su constante búsqueda de redención.
Fue el primer hombre en recuperar el título mundial de los pesos pesados tras perderlo, y uno de los campeones más humildes y atormentados que ha pisado el cuadrilátero.
Nacido el 4 de enero de 1935 en Waco, Carolina del Norte, pero criado en Brooklyn, Nueva York, Floyd Patterson tuvo una infancia difícil. Fue enviado a un reformatorio siendo apenas un niño. Allí, sin saberlo, comenzaría a forjarse el campeón.
A los 17 años, ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952 como peso mediano, dejando una primera huella imborrable. Pero lo mejor estaba por venir.
El campeón más joven hasta entonces
En 1956, a los 21 años, Floyd Patterson noqueó a Archie Moore en cinco asaltos para convertirse en el campeón mundial de peso pesado más joven de la historia (marca que mantuvo hasta que llegó Mike Tyson en 1986).
Patterson noqueó a Moore para llegar a la cúspide.
Entrenado por el legendario Cus D’Amato, Patterson representaba una nueva generación: técnica, movilidad y educación.
El 26 de junio de 1959, Patterson sufrió una de las derrotas más humillantes para un campeón: fue derribado siete veces en un solo asalto por el sueco Ingemar Johansson, perdiendo el título ante la mirada incrédula del mundo. Muchos pensaron que su carrera había terminado.
Pero ahí emergió el verdadero carácter de Patterson: un año después, en 1960, noqueó a Johansson y recuperó la corona, convirtiéndose en el primer boxeador en la historia en reconquistar el título de los pesos pesados.
En su carrera enfrentó a leyendas como Sonny Liston y Muhammad Ali. Fue noqueado por Liston en el primer asalto en dos ocasiones consecutivas, combates que marcaron su declive.
Floyd Patterson no fue el más temido, ni el más ruidoso, ni el más invencible. Pero fue, quizás, el más humano. Un campeón de carne, hueso… y corazón.
Con Ali tuvo una rivalidad especial: el excampeón defendía el ideal del boxeo tradicional, mientras Ali representaba el nuevo orden, el orgullo afroamericano, la irreverencia. En sus enfrentamientos, Patterson combatía no solo contra el campeón, sino contra sus propias inseguridades y su sentido del deber.
Patterson era distinto. Guardaba pelucas y barbas falsas para poder salir en público sin ser reconocido tras una derrota. “Me daba vergüenza haber decepcionado a la gente,” confesó una vez.
Era un boxeador que pedía disculpas por golpear, que visitaba a sus rivales en el hospital, que hablaba con sus puños pero vivía con el alma en la mano. Un atleta con corazón de poeta.
El legado de un caballero
Floyd Patterson se retiró en 1972 con un récord de 55 victorias (40 KOs), 8 derrotas y 1 empate. Luego trabajó como comisionado de boxeo del estado de Nueva York y se mantuvo alejado del escándalo, con la misma humildad con la que peleó.
Murió el 11 de mayo de 2006, a los 71 años, tras años batallando contra el Alzheimer y el cáncer de próstata. Pero su legado quedó escrito con letras firmes en la historia del boxeo.
Floyd Patterson el primero en reconquistar el título de peso pesado.