Joe Louis ocupa el tercer puesto en la mayoría de los más prestigiosos rankings de la historia del boxeo. En las clasificaciones se incluyen todas las categorías y eso hace que Sugar Ray Robinson, campeón de los pesos medios y considerado el boxeador más completo de todos los tiempos, solo sea superado por Muhammad Ali, el único que ha sido tres veces campeón mundial de los pesos pesados.-
El púgil de Alabama, conocido como el bombardero negro o el bombardero de Detroit, ha sido el campeón que más tiempo retuvo la corona mundial: casi 12 años, desde junio de 1937 a marzo de 1949 (aunque es cierto que la suspensión de la competición durante la Segunda Guerra Mundial le ayudó) y el campeón que más veces defendió el título: 25 combates exitosos. Se retiró invicto en 1949 , tras haber disputado su último combate como campeón frente a Jersey Joe Walcott en junio de 1948.
Pero acosado por las deudas con el fisco estadounidense, en septiembre de 1950, intentó recuperar su título contra Ezzard Charles. Perdió a los puntos. Incapaz de aceptar que su tiempo había pasado, volvió a intentarlo un año más tarde ante Rocky Marciano. Louis se mantuvo en pie durante ocho asaltos antes de ser derrotado por KO técnico. Marciano, nueva estrella del cuadrilátero, lloró tras ganar en el Madison Square Garden al que había sido su ídolo de juventud. Para Louis fue el fin de su carrera deportiva, para el boxeo el final de una época.
EL DATO. Louis ejerció un dominio avasallador en la categoría de los pesos pesados que no tiene parangón.Los apodos ‘El bombardero negro’ o ‘El bombardero de Detroit’ respondían a su extraordinaria rapidez pegando.
El análisis de la película, a cámara lenta, de su pelea con John H. Lewis en 1939, al que noqueó a los 2m y 29s del primer asalto, demostró que en ese breve tiempo Louis había conectado 39 golpes, de los cuales 33 llegaron limpiamente al cuerpo del rival.
Joe Louis Barrow, bisnieto de esclavos, séptimo hijo de una familia de jornaleros dedicada al cultivo del algodón en Alabama, nació en una cabaña cerca de Lafayette. La familia se trasladó a Detroit en 1924 para salir de la extrema pobreza. Allí, Louis trabajó en una planta de la Ford y comenzó su formación con ebanista, pero el gimnasio se cruzó en su vida.
Joe Louis: El bombardero del largo reinado.
Tras un rápido aprendizaje en categorías inferiores, diez años después de llegar a Detroit se convirtió en profesional. Debutó el 4 de julio de 1934 . Su adversario no le duró ni un asalto. Protagonizó una ascensión meteórica. Durante el resto de aquel año ganó otros once combates –todos menos uno por KO-. Su vertiginoso ritmo de golpeo machacaba inclementemente a los adversarios y los maduraba para el golpe definitivo.
Después se enfrentó a los grandes del momento. En junio de 1935, en el estadio de los Yankees de Nueva York, ante más de 60.000 personas, derrotó al excampeón mundial Primo Carnera por KO técnico en el sexto asalto. En septiembre, en el mismo escenario, a otro excampeón, Max Baer (KO en el cuarto asalto).
En diciembre, en el Madison, a Paulino Uzcudum también KO en el cuarto asalto. Joe Louis parecía invencible, pero la primera y más dolorosa de sus tres únicas derrotas en el ring estaba cercana.
El púgil alemán fue el primer europeo en conquistar el título mundial de los pesos pesados. Lo ganó contra Jack Sharkey, en diciembre de 1930, y lo perdió contra el mismo rival dos años más tarde. Pero la fama de Schmeling se agigantó el 19 de junio de 1936, cuando noqueó en el duodécimo asalto a Louis en el estadio de los Yankees.
La derrota del boxeador negro fue aprovechada por el régimen nacionalsocialista para subrayar la superioridad aria. La propaganda nazi produjo la película La victoria de Max Schmeling, una victoria alemana para desafiar a los americanos, titubeantes a participar en los inminentes Juegos Olímpicos de Berlín.
Louis-Schmeling intercambian golpes
Para Louis, la derrota fue una herida que sólo cicatrizaría tras la revancha de 1938. El bombardero siguió noqueando rivales hasta conquistar, el 22 de junio de 1937 el título mundial en manos de Jim Braddock . Tenía 23 años. A pesar de haber llegado a la cima del boxeo, Louis declaró: “ No quiero que nadie me llame campeón hasta que gané a Schmeling .”
Tuvo que esperar un año exacto. Antes del combate, el mismo presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, le recibió en la Casa Blanca para bendecirlo como paladín del pueblo americano frente a la amenaza nazi. Innecesario. Joe Louis subió al ring a cobrarse su venganza sin piedad. Schmeling solo se mantuvo en pie dos minutos y cuatro segundos del primer asalto.
El alemán recibió una lluvia de golpes demoledora y acabó con dos costillas rotas. Los jerarcas nazis le dieron la espalda, aunque a Schmeling no le importó. Nunca había comulgado con el nacionalsocialismo.
El mismo presidente Roosevelt le recibió en la Casa Blanca para bendecirlo como paladín del pueblo americano frente a la amenaza nazi.
Para Louis fue el cenit de su carrera. Recibió la admiración de toda Norteamérica, especialmente de la población negra, huérfana por aquel entonces de grandes ídolos. Aquella noche todo Harlem salió a la calle para celebrar la victoria del imbatible Louis. Todo ello, a pesar del perfil discreto del boxeador, apegado a la imagen de buen negro que obtenía éxitos deportivos pero no cuestionaba la discriminación racial de una sociedad que no le admitía en un hotel o un restaurante para blancos.
Después de la pelea con Schmeling, Louis ejerció un dominio avasallador en la categoría de los pesos pesados que no tiene parangón. Diecisiete victorias hasta 1942, cuando ingresó en el ejército, donde fue profesor de educación física y realizó demostraciones por todo el país. Acaba la guerra, defendió cuatro veces más su título antes de anunciar, en marzo de 1949, su retirada como campeón invicto.
Tras su amargo y fracasado retorno tuvo que seguir luchando casi todo el resto de su vida con Hacienda. Aceptando los más variados trabajos en Las Vegas, desde exhibiciones – coqueteó con la lucha libre – a relaciones publicas en casinos como el Cesar Palace. Siempre perseguido por las deudas, tuvo que afrontar un ingreso psiquiátrico y un aneurisma aórtico que le condenó a una silla de ruedas.
Murió el 12 de abril de 1981 en el hospital Desert Springs de Las Vegas, un mes antes de cumplir los 67 años. Su viejo rival, pero amigo –labraron una gran amistad tras dejar el ring–, Max Schmeling pagó los gastos del funeral. Está enterrado por disposición del presidente Ronald Reagan en el cementerio nacional de Arlington.