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Por Simón Piña.-

El espeso calor de la ciudad de Las Vegas comenzaba a apartarse para dejar espacio a un frio seco e intenso que rápidamente hacía bajar los registros de los termómetros ambientales dándonos la sensación de pasar de un volcán ardiente a un tempano polar. Pero la tarde-noche del 16 de septiembre de 1981, en el fabuloso Caesar´s Palace, el clima parecía afectado también por el acontecimiento que llevaba loco a todos. No se sabía si había frio o calor, pero todos estaban ardiendo de ansiedad y temblando por los nervios. Esa noche peleaban Ray Sugar Leonard y Tommy Hearns unificando las coronas Welter del CMB y la AMB.

La afición llevaba ya más de un año esperando este combate que exaltaba los ánimos a niveles demenciales. Por su lado, Leonard había destronado al boricua Wilfredo Benítez el 30 de noviembre de 1979  en uno de los salones del mismo Caesar´s Palace, en una pelea muy técnica que, para algunos, fue detenida apresuradamente por el árbitro filipino Carlos Padilla Jr. en el round 15 cuando faltaba poco para el campanazo final. Siete meses después, fue superado por el fogoso panameño Roberto Durán el 20 de junio en Montreal en una cerrada pero unánime decisión.

Sugar se desquitó el 25 de noviembre del mismo año 80, en el Superdome de New Orleans, al desequilibrar sicológicamente a Durán, con un estilo huidizo y burlón, que desesperó al panameño y lo llevó a una sorpresiva rendición que provocó muchas polémicas. El 25 de junio del 81 retó al Campeón de los Superwelter de la AMB, Ayub Kalule Kalule en el Astrodome de Houston. La pelea fue durísima. Kalule resultó un rival muy fuerte y combativo; sin embargo Leonard logró derribarlo en el 9veno round y el árbitro panameño Carlos Berrocal detuvo la pelea casi al tañido de la campana.

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Hearns lucía como un Monstruo

Había llegado al título Welter mediante un escalofriante nocaut que le propinó al mexicano Pipino Cuevas quien era un Campeón muy respetado y temido por su potentísimo gancho de izquierda. Al despachar a Pipino en una forma tan terminante, Hearns pasó a ser el terror de la división. La afición quería verlo versus Leonard pero a la vez temía por la salud y la integridad física del Niño Mimado del boxeo pues había mucho respeto por la pegada de Hearns.

Desde la tarde comenzaron las peleas y Las Vegas era un hervidero. Los corazones empezaron a latir más fuerte  a medida que se acercaba el momento. Con los peleadores sobre el ring, ya nadie respiraba. Algunos tenían cosquilleos en las manos y otros, ya ni las sentían. En medio de esta tensión se oyó el tañido de la campana. Hearns, amenazante, salió a adueñarse del centro del ring. Lucía un tamaño y una musculatura impresionante. Leonard también lucía un gran físico y un estado de alerta digno de un felino africano. Leonard lo rodeaba evidenciando su velocidad y su estrategia de estos comienzos de pelea.

Hearns lo seguía amenazante por todo el ring complaciéndose con su intimidación. Al sonar la campana, Leonard le hizo un gesto de burla a Hearns y este, con cara de enojo, hizo un amago de golpearlo pero contuvo su derecha, al final . El segundo round fue del mismo tenor; Hearns avanzaba y Leonard huía. Todavía no había pasado nada pero en el 3ero la cosa se calentó. Sorpresivamente Leonard se detuvo de repente y atacó con largos derechazos y veloces combinaciones que le recordaron a Hearns que tenía en frente a un enemigo real y peligroso. Al sonar la campana, Leonard alzó los brazos en señal de confianza. “Esto es pan comido”, parecía decir.

En el 4to round, Hearns le hizo saber a Leonard que estaba equivocado. Conectó fuertes golpes a la cara y al cuerpo que lo lastimaron. Al 5to salieron más tranquilos. Aparentemente guardaban energías para instancias decisivas. En el 6to, Leonard conectó un gancho de izquierda un poco ascendente que lastimó a Hearns y lo tambaleó. Sugar se lanzó al ataque y zarandeó al flaco de Detroit poniéndolo al borde del nocaut. Para el 7mo, Hearns no estaba recuperado y le volvió a ver la cara al Diablo porque Leonard le volvió a dar una tunda y lo llevó al filo del desastre.

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Pero de allí en adelante se operó un vuelco en el desempeño de los púgiles. Hearns, que al principio atacaba, ahora se desplazaba y huía. Y Leonard, que en los comienzos era prudente y boxeaba, ahora era un atacante agresivo y camorrero. Entre los rounds 7 y 12, Hearns se dedicó a boxear y a evadir los cambios de golpes con su rival. Leonard perseguía a su largo oponente sin encontrarlo. Hearns demostró en este lapso que era un excelente boxeador mientras que Sugar dejó claro que era un valiente que no temía arriesgarse. Un poco más recuperado en el round 13, Hearns se aventuró a pararse y a tratar de golpear con fuerza al Sugar. Craso error. Leonard le pegó un derechazo que le aflojó las piernas y lo dejó bamboleándose. El ataque no se hizo esperar. Leonard era una fiera herida, pero la campana salvó momentáneamente a Hearns.

Para el 14, Leonard salió a liquidar aquello y con un volado de derecha hizo que Hearns se fuera resbalando por las cuerdas de esquina a esquina. Sugar se le fue encima con dolosas intenciones y el final se veía cerca. Aún sentido, Hearns mostraba su técnica y esquivaba con clase; pero Leonard iba a muerte y castigó a Hearns contra las cuerdas y luego de un conteo, el árbitro David Pearl detuvo la pelea.

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Habíamos visto una de las mejores peleas de la historia del boxeo. Al momento del nocaut los jueces llevaban la pelea así: Duane Ford: 124-122; Chuck Minker 125-121 y Lou Tabat 125-122 todos a favor de Hearns. Después, tanto Leonard como Hearns siguieron destacando en el boxeo. Fueron premiados como el 1er y el 2do de la década de los 80 respectivamente.

NdR: Simón Piña es un destacado periodista latinoamericano conocido en Venezuela como “El Nuevo Testamento del Boxeo” con una experiencia acumulada en 40 años de brillante trayectoria profesional.